MÁS ESTUDIO, MENOS VIOLENCIA
En medio de la pobreza, casi al final de la montaña, se encuentra ubicada la escuela Santa María de
Los niños de la escuela Santa María de
Muchas caras, muchas expresiones distintas, pero todas con algo en común, reflejan que no se sienten a gusto por tener que estar en un lugar que no escogieron, pero que lamentablemente quieran o no, es la realidad que día a día tienen que enfrentar. Un lugar, donde lo único que pueden hacer es estar en sus casas encerrados, esperando que sus padres, si es que cuentan con la presencia de ambos, salgan a conseguir algo para darles de comer.
Es la cruda realidad de uno de los tantos barrios donde claramente puede apreciarse un ambiente que no es el propicio para que estos niños habiten debido a las condiciones de violencia y a la carencia de recursos económicos, los niños se sienten tristes y no se les debe culpar por no querer estar allí. “No me gusta vivir en este barrio, porque mi mamá no me deja salir a la calle a jugar con mis amigos, en cambio en mí pueblo, sí podía ir donde yo quisiera”, afirma Cristina Sepúlveda Correa, una niña de diez años, habitante del sector. Como éstas, son muchas las respuestas que se escuchan al preguntarle a los niños y niñas sobre cómo se sienten viviendo en el barrio
Día a día los niños se sientan juntos a disfrutar de los alimentos que se les da en la escuela y que quizás sea lo único que coman durante el día, como ellos mismos lo dicen. “Lo que más me gusta de la escuela es la comida, porque cuando llego a mi casa, no hay mercado, por eso mi hermanito y yo nos comemos todo lo que nos dan acá” expresa Luisa Fernanda Legardo Espinosa, estudiante de ocho años; una de la pequeñas que lleva más tiempo en la escuela, y quien cuenta que viene de un pueblo, del cuál no recuerda su nombre, lo único que recuerda es que una noche tuvo que salir de su finca porque los iban a matar.
Un proyecto que promete un buen futuro para los niños
El 20 de enero de 2009 por necesidad e iniciativa de las madres de familia y del Padre Telmo Miguel Pérez Vega, se fundó la escuela Santa María de
“Yo decidí ayudar al padre con el proyecto, porque lo que más quería era que mis hijos tuvieran más que un lugar para estudiar, un espacio para formarse como persona, y alejarlos de esas malas influencias, que hay en el barrio.” Afirma Sonia palacio Tello, una de las madres cofundadora de la escuela.
Los niños están en dicha institución porque no tienen cupo en escuelas del Estado. Aunque en el sector hay un centro educativo que cuenta con profesores municipales, ésta no alcanza a cubrir la cantidad de menores que habitan allí, ya que según una investigación del EBN (la escuela busca al niño) el total de la población en edad escolar es de 2396, entre niños, niñas y adolescentes.
Inicialmente se organizó a los niños en un salón donde recibían clase todos juntos porque no había lugar para separarlos por cursos, las clases las dictaban el padre y algunos voluntarios. También se dispuso el comedor que ha sido sin duda lo que ha mantenido a estos niños incentivados y con ganas de asistir a la escuela.
La única ayuda del Estado que recibe por ahora la escuela son seis profesores que conducen preescolar, primero, segundo, tercero, cuarto y procesos básicos, este es un grupo de niños entre los diez y los catorce años que aún no saben leer ni escribir bien. Los profesores vienen de una fundación llamada Las Golondrinas, la cual recibe un dinero del Estado para que los preste a la escuela Santa María de
La escuela cuenta con pocos recursos, y no con implementos de lujo, pero aún así, se les brinda a los niños útiles escolares (cuadernos y lápices) y un desayuno y almuerzo diario. La financiación de los alimentos e implementos de estudio se hacen por medio de donaciones. “Las tostadas y los panes que le damos a los niños, son una donación que nos hace la madre Emilia; esta religiosa trabajó conmigo en el colegio San Lucas y ahora es la que más nos ayuda en el proyecto”, dice el Padre Miguel Pérez Vega, director de la escuela.
La educación, un medio para alejar a los niños de la violencia
“Teniéndolos estudiando, ocupados, podemos alejarlos de la violencia, y quien quita que en un futuro el padre nos ayude a que puedan acceder a una universidad”, es lo que opina Luz Marina Osorno Correa, quien tiene en la escuela tres de sus cinco hijos. Ella comenta además, que prefiere tener a sus hijos en esta escuela para evitar que sus niños estén en la calle aguantando hambre y en malos pasos.
El lema de la fundación Teresa de Calcuta dice: “Formando futuros hombres y mujeres multiplicadores del bien, es la clave para que haya un equilibrio social y una paz estable. Un niño o un joven educado bajo estas premisas, nunca podrá ser un violento.” A este lema se unen los expertos en el tema, el profesor de la escuela José William Rodríguez Perez, encargado de los cursos de procesos básicos, quien cuenta desde su experiencia personal que han logrado que los niños aprendan a respetar y sobre todo a valorar lo que tienen y lo que se les da, afirmando: “un claro ejemplo de lo que se ha logrado es que se han decomisado armas blancas. Nada ha sido obligado, todo se ha hecho dialogando, en común acuerdo”, lo cual demuestra que el proyecto esta funcionando, que con la educación se puede evitar la violencia, siempre y cuando se empiece a tratar a tiempo.
“Yo creo que estos niños son seres humanos, con un profundo valor y una gran riqueza y todo lo que se haga para descubrir lo mejor que hay en ellos, vale la pena hacerlo.” Es la opinión de la sicóloga María Isabel Tascón Villa, quien además dice estar segura que los niños necesitan alguien que los quiera, que les crea, que tenga otra mirada sobre ellos, una mirada de confianza en que sí pueden lograr lo que se proponen, para esto cuentan con personas con experiencia a su lado, para que trabajen junto con ellos en la reconstrucción de sus vidas. Esto puede ayudar aún más a que los niños no vean la violencia como una opción de vida.
Tanto las madres del sector, el sacerdote, los profesores y los niños tienen de ahora en adelante una tarea de seguir avanzando con el proyecto, y aunque sea largo el proceso valdrá la pena, para demostrarle a los violentos que la educación es una herramienta para luchar en la vida y que funciona si todos trabajan unidos.

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